(Artículo publicado originalmente en Soloapuestas el 01-5-07, aunque he añadido alguna matización que me pareció interesante)
En una entrada anterior hablé sobre el uso correcto del vocablo estrategia, que debermos de enfocar relacionándolo con el Money Management, y de lo que no era estrategia. Podemos definir estrategia como cualquier herramienta con unas reglas prefijadas que usaremos de forma sistemática para la manipulación de nuestras inversiones con los siguientes objetivos:
1) Cuando tenemos beneficios, debe maximizarlos.
2) Cuando tenemos pérdidas, debe minimizarlas.
3) Debe ser robusta. Esta es una palabra que se utiliza mucho en el diseño de programas informáticos. Y es sinónimo de bueno. Aunque no sea el mejor, es suficientemente bueno y no tiene errores. Funciona. Hace lo que se le pide. Adaptado a las apuestas, se refiere a que tiene que intentar reducir el factor azar y proporcionarnos un retorno suficientemente bueno, no necesariamente el óptimo. Su retorno debe de ser regular y no tener demasiados altibajos. Por supuesto es deseable que la estrategia tenga un pilotaje tal que eluda el estado de ruina. Todo esto está relacionado con la robustez.
4) Otros beneficios implícitos, como protegernos de errores de tipo psicológico, relacionados con el impacto emocional que los resultados pueden tener en nosotros.
Y no es suficiente con que una estrategia sea la óptima en uno de los puntos anteriores, si no es suficientemente buena en el resto de puntos, deberíamos desechar su aplicación. Por ejemplo, para un juego con esperanza positiva, el all-in continuado es la estrategia más fuerte en el punto 1, pero es la peor en el punto 2 y 3 y floja respecto al 4. Por lo que no es de aplicación. Otro ejemplo de estrategia es el no-bet continuado, que minimiza las pérdidas al 100%. Su empleo solo sería la mejor opción para un jugador perdedor. También puede parecer que una estrategia fuerte en el punto 1 necesariamente es débil en el punto 2 por el conocido principio económico de rentabilidad frente a riesgo, aunque en lo sucesivo veremos que esto no tiene por qué ser así, como sucede con las estrategias de tipo Antimartingale.
Una cosa que es importante que debería de quedar claro es que el uso de una u otra estrategia no genera valor. Es decir, si estamos apostando a un juego justo (como el que una moneda lanzada al aire sale cara a @2), utilicemos la estrategia que utilicemos la esperanza matemática del lanzamiento, o de la sucesión de lanzamientos siempre va a ser igual a la unidad (a largo plazo ni ganamos, ni perdemos dinero). Aquellas estrategias que puedan obtener más rentabilidad en un juego de este tipo son inevitablemente aquellas en las que asumimos también un mayor riesgo. Y acabar con beneficios es exactamente tan factible como acabar con pérdidas.
En cambio, en juegos en los que tenemos expectativa positiva, una buena estrategia actúa como catalizador, acelerando la velocidad con la que acumulamos beneficios. De hecho, muchos analistas no prestan mucha atención a estimar el value exacto de una operación. Si son buenas operaciones (expectativa positiva), las afrontan. Y lo hacen una y otra vez, reproduciendo sus ganancias hasta límites difícilmente sospechados para alguien que nunca haya estudiado seriamente el Money Management.
En una entrada anterior hablé sobre el uso correcto del vocablo estrategia, que debermos de enfocar relacionándolo con el Money Management, y de lo que no era estrategia. Podemos definir estrategia como cualquier herramienta con unas reglas prefijadas que usaremos de forma sistemática para la manipulación de nuestras inversiones con los siguientes objetivos:
1) Cuando tenemos beneficios, debe maximizarlos.
2) Cuando tenemos pérdidas, debe minimizarlas.
3) Debe ser robusta. Esta es una palabra que se utiliza mucho en el diseño de programas informáticos. Y es sinónimo de bueno. Aunque no sea el mejor, es suficientemente bueno y no tiene errores. Funciona. Hace lo que se le pide. Adaptado a las apuestas, se refiere a que tiene que intentar reducir el factor azar y proporcionarnos un retorno suficientemente bueno, no necesariamente el óptimo. Su retorno debe de ser regular y no tener demasiados altibajos. Por supuesto es deseable que la estrategia tenga un pilotaje tal que eluda el estado de ruina. Todo esto está relacionado con la robustez.
4) Otros beneficios implícitos, como protegernos de errores de tipo psicológico, relacionados con el impacto emocional que los resultados pueden tener en nosotros.
Y no es suficiente con que una estrategia sea la óptima en uno de los puntos anteriores, si no es suficientemente buena en el resto de puntos, deberíamos desechar su aplicación. Por ejemplo, para un juego con esperanza positiva, el all-in continuado es la estrategia más fuerte en el punto 1, pero es la peor en el punto 2 y 3 y floja respecto al 4. Por lo que no es de aplicación. Otro ejemplo de estrategia es el no-bet continuado, que minimiza las pérdidas al 100%. Su empleo solo sería la mejor opción para un jugador perdedor. También puede parecer que una estrategia fuerte en el punto 1 necesariamente es débil en el punto 2 por el conocido principio económico de rentabilidad frente a riesgo, aunque en lo sucesivo veremos que esto no tiene por qué ser así, como sucede con las estrategias de tipo Antimartingale.
Una cosa que es importante que debería de quedar claro es que el uso de una u otra estrategia no genera valor. Es decir, si estamos apostando a un juego justo (como el que una moneda lanzada al aire sale cara a @2), utilicemos la estrategia que utilicemos la esperanza matemática del lanzamiento, o de la sucesión de lanzamientos siempre va a ser igual a la unidad (a largo plazo ni ganamos, ni perdemos dinero). Aquellas estrategias que puedan obtener más rentabilidad en un juego de este tipo son inevitablemente aquellas en las que asumimos también un mayor riesgo. Y acabar con beneficios es exactamente tan factible como acabar con pérdidas.
En cambio, en juegos en los que tenemos expectativa positiva, una buena estrategia actúa como catalizador, acelerando la velocidad con la que acumulamos beneficios. De hecho, muchos analistas no prestan mucha atención a estimar el value exacto de una operación. Si son buenas operaciones (expectativa positiva), las afrontan. Y lo hacen una y otra vez, reproduciendo sus ganancias hasta límites difícilmente sospechados para alguien que nunca haya estudiado seriamente el Money Management.
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