El pasado 22 de agosto murió Antonio José Puerta Pérez, jugador internacional de nuevo cuño y centrocampista del Sevilla CF. El dramatismo de su fallecimiento está relacionado con el seguimiento mediático que se realizó sobre él. El jugador se desvaneció durante el partido televisado de la Sexta. La cobertura mediática de su estancia en la UVI fue ininterrumpida, adjuntando detalles sobre el número de veces que su corazón era reanimado por impulsos eléctricos, en hasta una decena de crisis cardiacas en un periodo de tres días, hasta que el músculo desfalleció. Las pompas fúnebres por Antonio Puerta fueron más multitudinarias que las hechas por el propio Cristo, y subsidiariamente logró un milagro como el abrazo entre Del Nido y Ruiz de Lopera, acompañado de un hermanamiento de la Sevilla futbolística, que por ser contra natura, no sé hasta cuándo durará.
Pero el triste acontecimiento se solapó con otras pérdidas irreparables para el acervo artístico mundial. Y sin intención de ser irrespetuoso, la diferencia de la cobertura informativa para el ya mencionado y otros casos ha sido bastante importante, a pesar de los méritos contraídos por cada cual.
Concretamente, el mismo 22 de agosto, reservándose hasta la muerte el papel de antihéroe, dejaba de existir el literato Paco Pérez, más conocido por su seudónimo de Francisco Umbral. Como periodista de opinión probablemente haya sido el articulista más reputado desde Mariano José de Larra, pudiendo disfrutar de dicha condición en los lugares más destacados del diario El Mundo. Como novelista, fue muy prolífico, a libro por año, y su narrativa tiene una calidad estética brutal. Con un estilo mezcla de repipi y castizo, que puede recordar en ocasiones a su protector Camilo José Cela, desvirgó las calles de Madrid de putas con su carnívoro cuchillo y su porte desgarbado, que entre caliqueño y caliqueño, dejaba ondear una levita al viento, junto con su abundante melena cana.
Poco después le tocó el turno a Luciano Pavarotti, el TENOR de la segunda mitad del siglo XX. Muy mediático, gracias en gran parte a los conciertos de los Three Tenors, junto a Carreras y Domingo, pero también a sus coqueteos con cantantes poperos como Sting, Ramazzotti o Michael Jackson, entre otros. Su característica más reseñable es su potencia. Ningún contemporaneo suyo pudo igualar su do de pecho. Si trocáramos las notas por metros, Pavarotti sería Bubka. Pero a la vez, los giros de su voz eran melodiosos y muy dulces, consecuencia única de su talento natural. Habitual como protagonista en óperas de Puccini, su interpretación del Nessun Dorma de Turandot ridiculiza los intentos del ganador del Operación Triufo británico, el ex comercial de una una compañía de telefonía, Paul Potts.
Por último, ayer tuve noticia del fallecimiento de Ángela Channing, la mala de Falcon Crest, un personaje muy lucrativo para ella pero que absorbió a una actriz de éxito, Jane Wyman, ganandora de un Oscar por Belinda. Ángela Channing era dueña de unos ricos viñedos y vivía con un mayordomo oriental, aunque las tramas que urdía le proporcionaban suficiente entretenimiento, y cuando no, su nieto (interpretado por Lorenzo Lamas) la distraía con exhibiciones de cetrería. Su afán pecuniario debe de servirnos como inspiración para todos aquellos apostadores. Parafraseando a alguien, tal vez sea el momento de honrar al antihéroe: "las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes".
Pero el triste acontecimiento se solapó con otras pérdidas irreparables para el acervo artístico mundial. Y sin intención de ser irrespetuoso, la diferencia de la cobertura informativa para el ya mencionado y otros casos ha sido bastante importante, a pesar de los méritos contraídos por cada cual.
Concretamente, el mismo 22 de agosto, reservándose hasta la muerte el papel de antihéroe, dejaba de existir el literato Paco Pérez, más conocido por su seudónimo de Francisco Umbral. Como periodista de opinión probablemente haya sido el articulista más reputado desde Mariano José de Larra, pudiendo disfrutar de dicha condición en los lugares más destacados del diario El Mundo. Como novelista, fue muy prolífico, a libro por año, y su narrativa tiene una calidad estética brutal. Con un estilo mezcla de repipi y castizo, que puede recordar en ocasiones a su protector Camilo José Cela, desvirgó las calles de Madrid de putas con su carnívoro cuchillo y su porte desgarbado, que entre caliqueño y caliqueño, dejaba ondear una levita al viento, junto con su abundante melena cana.
Poco después le tocó el turno a Luciano Pavarotti, el TENOR de la segunda mitad del siglo XX. Muy mediático, gracias en gran parte a los conciertos de los Three Tenors, junto a Carreras y Domingo, pero también a sus coqueteos con cantantes poperos como Sting, Ramazzotti o Michael Jackson, entre otros. Su característica más reseñable es su potencia. Ningún contemporaneo suyo pudo igualar su do de pecho. Si trocáramos las notas por metros, Pavarotti sería Bubka. Pero a la vez, los giros de su voz eran melodiosos y muy dulces, consecuencia única de su talento natural. Habitual como protagonista en óperas de Puccini, su interpretación del Nessun Dorma de Turandot ridiculiza los intentos del ganador del Operación Triufo británico, el ex comercial de una una compañía de telefonía, Paul Potts.
Por último, ayer tuve noticia del fallecimiento de Ángela Channing, la mala de Falcon Crest, un personaje muy lucrativo para ella pero que absorbió a una actriz de éxito, Jane Wyman, ganandora de un Oscar por Belinda. Ángela Channing era dueña de unos ricos viñedos y vivía con un mayordomo oriental, aunque las tramas que urdía le proporcionaban suficiente entretenimiento, y cuando no, su nieto (interpretado por Lorenzo Lamas) la distraía con exhibiciones de cetrería. Su afán pecuniario debe de servirnos como inspiración para todos aquellos apostadores. Parafraseando a alguien, tal vez sea el momento de honrar al antihéroe: "las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes".
2 comentarios:
No hay que ser hipócrita. No todas las muertes tienen la misma importancia. Si la muerte del gran paco Umbral no tuvo el seguimiento de el fallecimietno de Antonio Puerta, se debe principalmente a las circunstancias que rodean a uno y a otro. La muerte de Umbral era totalmente previsible, y la de Antonio Puerta, nadie se la esperaba , debido a su edad, 22 años, y en las condiciones físicas que parecía encontrarse.
Tampoco hay que ser hipócrita, ya que cada día mueren en esas circunstancias (en cuanto a su juventud) miles de personas, de hambre , asesinadas, o violadas.
La muerte de Puerta , quizá fue mucho mas cercana al "pueblo" por que era un chaval que se dejaba querer por decirlo someramente.
Yo he venido aki a habla de mi librooo!!! xDDDDDDD
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